Pioneras, ellas abrieron camino en el deporte

Calentamiento

Serena Williams, Simone Biles, Alexa Moreno, Ronda Rousey, Alex Morgan o Paola Longoria, son nombres que reconocemos. Todas ellas son mujeres que están rompiéndola en el deporte, establecen nuevos récords y dejan calladas las voces que cuestionan su fuerza, su habilidad y la forma en la que deben verse o incluso comportarse; una batalla que para todas las deportistas, no es ajena. 

Desde siempre a las mujeres se les ha negado el placer, se les ha cosificado y juzgado por no cumplir los “mandatos de género”, la historia de las mujeres en el deporte es uno de los más grandes ejemplos de cómo se quiebran las barreras que se imponen sobre los cuerpos femeninos, esa historia es un camino de lucha. Las deportistas arrebataron sus lugares al mismo tiempo que defendieron la expresión y potencia de su cuerpo. 

En el terreno del deporte, las mujeres más que en ningún otro lado, se han enfrentado a que se les describa desde la fragilidad y la poca resistencia, debieron abrirse paso para practicar deportes, convertir su pasión en una profesión y hasta para ser espectadoras. 

Las Olimpiadas y la negación de los cuerpos

El recorrido del deporte como profesión inicia en la antigua Grecia en 776 AC-393 DC, fecha en la que sucedieron los primeros Juegos Olímpicos, en ellos sólo se permitió competir a los hombres considerados libres, los esclavos no podían participar de ninguna manera, ni siquiera como espectadores.

Los Juegos Olímpicos fueron pensados como “una celebración hacia el cuerpo, la potencia, la fuerza”, lo que se traducía en que en algunas competencias los hombres estuvieran desnudos. Pero esa celebración heroica excluía los cuerpos femeninos, pues en esos momentos se consideraban como inferiores y como algo que no era “digno” de alabar desde esos parámetros.

Esta idea sobre el cuerpo llegó hasta los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, celebrados en Grecia en 1896.  Stamata Revithi no aceptó el decreto que impedía la participación de las mujeres, de nacionalidad griega, fue una pionera en las competencias de maratón sin el permiso de los organizadores Olímpicos. Buscó competir oficialmente, y al ser negada su participación realizó por su cuenta el mismo recorrido olímpico al día siguiente con testigos que pudieran compartir su hazaña, y aunque su participación no fue premiada con alguna medalla, ella logró demostrar que el deporte no es exclusivo de los hombres y que los límites sobre el cuerpo no pueden ponerlos un grupo de personas. 

No fue la única ocasión en que las mujeres cuestionaron las ideas sobre el género que fundaron los Juegos Olímpicos. Pierre Fredy el Barón de Coubertin, aristócrata francés, fue quien estableció que los Juegos se llevaran a cabo cada 4 años en un lugar distinto del mundo. Y estableció lo ideales Olímpicos que hablan de exaltar el equilibrio entre mente y cuerpo, la paz mundial, la integración y hermanamiento de pueblos, y en relacionar la educación y la cultura, la participación de las mujeres nunca fue vista como parte de ello, ni con la posibilidad de ocupar ese espacio público. 

A Coubertin le parecía incorrecta, antiestética y poco interesante la participación femenina, porque consideraba que las mujeres no tenían la capacidad de competencia, y que sólo se debía ejercitar el cuerpo femenino con el único objetivo de procrear “mejores hijos”.  Para evitar que las mujeres se interesaran en el deporte, se difundían pensamientos acerca de que se podía desarrollar esterilidad si salían de sus sillones de tejer, actividades asignadas para ellas, era el final de los años 1800.

A pesar de estas creencias la participación de las mujeres en los Olímpicos se abrió en la segunda edición, París 1900, y aunque Coubertin insistía que las mujeres sólo podían estar en los Juegos para premiar a los atletas, ese año fue el debut de las mujeres en el panorama deportivo oficial, de un total de 997 atletas 22 eran mujeres, participaron en deportes como el tenis, vela, croquet y golf, por ser sólo esos considerados acordes a la “naturaleza femenina”. 

Esa idea del cuerpo de las mujeres a partir de la fragilidad y la poca fuerza no se planteaba desde las largas jornadas de trabajo doméstico, donde también se requiere un cuerpo resistente, pero la noción de que ese cuerpo saliera a competir y poner en práctica habilidades corporales por placer y disfrute, en un campo generado para hombres, era algo impensable, juzgado y mal visto. En esas primeras justas la tenista Charlotte Cooper se convirtió en la primera campeona olímpica, ella ya contaba con una trayectoria de títulos ganados desde 1895, y en ese año (1900) obtuvo su primera victoria olímpica.

En 1920, veinte años después de la apertura a las mujeres a los Juegos Olímpicos, ya podían participar en deportes como tiro con arco y acuáticos, pero el atletismo seguía siendo sólo una competencia masculina. El problema no era que no hubiera competidoras o que a ninguna mujer le interesara participar, sino que no estaba permitido porque pensaban que la prueba era muy difícil para ellas, considerando que era más de lo que sus límites pudieran soportar, siguiendo este estereotipo de la fragilidad de la mujer. 

Para responder a ello, junto con otras deportistas de distintos países, Alice Milliat organizó la Primera Olimpiada Femenina, que fue celebrada en Montecarlo, lo que permitió que mujeres pudieran competir por primera vez en atletismo, Alice tenía años organizando y promoviendo el deporte femenino, así que tras la I Guerra Mundial fundó la Federación Deportiva Femenina Internacional (FSFI), que se convirtió en el archirrival del Comité Olímpico Internacional (COI) fundado en 1894 por Coubertin y que hasta el día de hoy es el encargado de organizar las competencias a nivel internacional. 

Alice Milliat

El COI no estaba de acuerdo en que se incluyera a las mujeres en las justas deportivas, al generar sus propias competencias deportivas la Federación molestó tanto al Comité que finalmente no tuvo otra opción que resignarse y aceptar la participación de las mujeres en el atletismo. Gracias al trabajo de estas competidoras y organizadoras en 1928, durante los Juegos Olímpicos de Amsterdam, se permitió la participación de las mujeres en atletismo. Además en ese mismo año se abrió también la participación de las mujeres en competencias de gimnasia, que anteriormente sólo eran de exhibición.

La conquista de la fuerza y la potencia

El deporte siempre ha sido asociado a “lo masculino”, una idea tan arraigada a la que también se deben enfrentar las mujeres deportistas. Hay una idea generalizada (y no dicha) acerca de que se deben tomar actitudes y características masculinas para practicar y triunfar en el deporte, por ello el cuerpo de las mujeres parece ajeno a ese territorio, incluso si la participación es de espectadora, o periodista deportiva.

El cuerpo fuerte y entrenado de atletas de alto rendimiento es un territorio que también deben disputar las mujeres. 

Las instituciones deportivas internacionales y nacionales hicieron propia la creencia de que la actividad física intensa perjudicaba a la mujer, por lo que deportes como el boxeo, la halterofilia (levantamiento de pesas), el lanzamiento de bala, jabalina y disco, la lucha libre y el fisicoconstructivismo les estuvieron vetados por años. Hicieron falta estudios médicos y comprobaciones científicas para convencer a los directivos que el deporte beneficia a las mujeres tanto como a los hombres. 

En 1932 Nan Gindele, atleta estadounidense, estableció un récord mundial en lanzamiento de jabalina, yendo en contra de las ideas que impiden a las mujeres practicar esta disciplina, pues sus entrenamientos aumentan la masa muscular del cuerpo, proporcionando una figura musculosa y por lo tanto vista como “masculina”. Gindele logró establecer ese primer récord reconocido por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF), pasaron 10 años para que alguien más lograra superarlo.

Comentarios como “no deberías hacerlo” o “espero no te pase nada malo” siempre han cuestionado la potencia de los cuerpos. Un ejemplo es la competidora de halterofilia o levantamiento de pesas para atletas en silla de ruedas, Amalia Pérez, cuando inició su carrera deportiva su deporte era considerado exclusivo de hombres. Amalia esperó 8 años para la apertura de la competencia femenil. Durante ese tiempo se preparó y entrenó como una atleta paralímpica de levantamiento de pesas, aunque no con un título oficial. En el año 2000, durante los Juegos Paralímpicos de Sídney logró la apertura a la competición de mujeres.

En el nuevo milenio el recorrido de las mujeres en el deporte adquirió otro lugar, ellas ya podían participar en competencias de basquetbol, ciclismo, judo, futbol o hockey. En 1968 Enriqueta Basilio se convirtió en la primera mujer, y además latina, en completar el relevo de la antorcha olímpica cuando encendió el caldero para comenzar los Juegos de la Ciudad de México. Después, en 1972, Heidi Schuller se convirtió en la primera mujer en pronunciar el juramento olímpico en nombre de todas y todos los deportistas durante la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Verano.

Enriqueta Basilio

Para la celebración de los juegos de Sídney 2000 las mujeres lograron la apertura de otros deportes como taekwondo, triatlón, pentatlón, gimnasia en trampolín. Soraya Jiménez Mendivil se convirtió en la primera medallista olímpica mexicana en alcanzar el oro, lo hizo en la disciplina de levantamiento de pesas, logrando alzar un total  de 222.5 kilogramos, ella tenía  23 años de edad.        

Todas las mujeres del ecosistema deportivo

Arrebatar lugares al deporte, no es algo exclusivo de las atletas de alto rendimiento, también de quienes se involucran en otros espacios, por ejemplo, Jody Condraty quien siendo entrenadora de baloncesto de equipos escolares lo convirtió en un deporte respetado. Graduada de la licenciatura de educación física, empezó dando clases de basquet femenil en el que participaban 6 jugadoras, sólo 2 podían correr por toda la cancha, era catalogado como básquet lento. Después Jody pudo ver la transición hacia un basquetbol general, con 5 competidoras y todas corriendo en la cancha, como ya lo jugaban los hombres. 

Al inicio de su carrera la paga no era buena, pero Jody se fue consolidando como entrenadora hasta ganar 19 mil dólares entrenando a las Longhorns, un equipo femenil en la Universidad de Texas, esto generó noticia por el salario alto que una entrenadora había podido conseguir. En 1997 Jody se posicionó como la primera entrenadora en ganar 700 partidos, llegando al final de su carrera con 900 victorias, demostrando y cambiando la forma de ver a las competidoras y entrenadores del deporte ráfaga. 

Otro de los roles poco mencionados de quienes completan todo el equipo detrás de la práctica profesional de un deporte son las árbitras, su labor es fundamental y también han tenido que luchar para ganar ese lugar pensado exclusivamente para hombres, no se suben al podio de ganadoras olímpicas pero sus logros son igual de importantes. Una de las más conocidas es Violet Palmer, quien inició su carrera como atleta cuando era estudiante y logró obtener una beca, por jugar basquetbol, en la Universidad Politécnica de California. Ahí comenzó como subárbitra en los juegos varoniles, y debido a su excelente desempeño continuó arbitrando las competencias de la División I femenil de su universidad. 

Violet Palmer

En 1995, la NBA le ofreció un lugar en el programa de entrenamientos de árbitros, y aunque se consideraba que el lenguaje era muy rudo y grosero para que una mujer estuviera ahí, ella demostró que podía hacer el trabajo sin problema, afrontando lo que se vive en los partidos, como poder recibir golpes accidentales en el transcurso del juego o al detener las peleas.

Las arbitras tienen que estar dentro de la acción, y uno de los retos que Violet enfrentó fue hacer que tanto los jugadores como las personas espectadoras no la juzgaran por ser mujer, sino por su desempeño. Logró en 1997 ser la primera mujer en arbitrar un partido de temporada regular en la NBA, y apesar de comentarios como que “mejor arbitrara sólo partidos femeniles y volviera a la cocina” Violet no bajó la guardia. En 2006 fue la primera mujer en arbitrar una eliminatoria en la NBA, puesto que es reservado para el mejor arbitraje. 

Las mujeres han ido rompiendo estos estereotipos en la historia del deporte, desde un anhelo de utilizar el cuerpo como instrumento para sentir la propia fuerza. Esta historia es más que ganar medallas, es creer en la propia potencia, en ser autosuficientes, en no aceptar reglas impuestas sobre los cuerpos, es encontrar la manera de sentirse libres. 

Fue hasta el año 2012, en los Juegos Olímpicos de Londres, cuando  el boxeo se abrió a la participación de mujeres, además esa edición de los Juegos se convirtió en la primera en la historia en la que participaron mujeres de todas las delegaciones y en todos los deportes, siendo el box el último que faltaba de los olímpicos de ser conquistado. Ya en la justa de Río en 2016 la participación femenina alcanzó un nuevo récord con un 45% de participación (5 mil 176 mujeres de 11 mil 444 atletas).    

La lucha de las mujeres en el deporte no ha sido sólo en el medallero y la competencia, sino desde la preparación, desde la vida personal con la familia, la escuela, buscar o ser entrenadoras, lograr el reconocimiento que merecen, y sentirse libres desde el cuerpo.

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