El binarismo científico que excluye a mujeres con más testosterona en Tokio

En sus marcas, listas…

Imagínate que a los 18 años corres 400 metros planos y te conviertes, en ese momento, en la mujer más rápida del mundo. Pero tu tiempo récord levanta sospechas y la World Athletics (antes Federación Internacional de Atletismo) somete tu sangre a pruebas para conocer tu producción natural de testosterona.

El resultado de la World Athletics (WA) te clasifica como “no elegible” para competir los 400 metros en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 porque bajo sus estándares tus niveles de testosterona endógena —lo que tu cuerpo produce de manera natural— está por encima del límite establecido en su reglamento: 5 nanomoles  (una unidad que mide la cantidad de una sustancia). 

Y es que, según el Reglamento de Elegibilidad para la Clasificación Femenina (Atletas con Diferencias de Desarrollo Sexual) de la WA, “una mujer sana con ovarios” produce testosterona por debajo de esa cifra y estar por encima de ésta representa “una ventaja insuperable sobre otras atletas”.

Mboma y Misilingi Foto: Running Mag

Lo anterior no es ficción. La exclusión de parte de la máxima autoridad deportiva del atletismo fue, esta vez, contra las velocistas namibias de 18 años, Christine Mboma y Beatrice Masilingi, quienes ocupan la primera y tercera posición de las mejores del mundo en 400 metros planos este año con tiempos de 48.54 segundos y 49.53 segundos, respectivamente.

Desde 2019 WA impone la normativa que obliga a las atletas a mantener sus niveles de testosterona por debajo de los 5 nanomoles por litro durante un periodo continuado de al menos seis meses si quieren ser “elegibles” en pruebas a partir de 400 metros a una milla (poco más de mil 600 metros).

“Todos fuimos creados de manera diferente, con diferentes propósitos, entonces no puedes compararme con otra persona. Es realmente injusto”, comentó Masilingi a la BBC.

Misilingi Foto: Running Mag

 Mboma y Masilingi no se callarán. Pero por ahora no impondrán denuncias legales contra WA pues se concentran en Tokio y las únicas pruebas que tienen permitidas: 100 y 200 metros planos, eventos que, al no ser su especialidad, las deja con menos posibilidad de medalla. 

No es la primera vez

Mboma y Masilingi no son las únicas afectadas por esta regla, durante décadas las autoridades olímpicas y las federaciones han regulado la participación de las mujeres en los deportes mediantes “pruebas de sexo”. 

De 2009 a la fecha, al menos seis atletas de élite han reconocido públicamente que el pleno desarrollo de su carrera deportiva y sus derechos humanos se han visto afectados por esta regulación: Caster Semenya de Sudáfrica; Francine Niyonsaba de Burundi; Margaret Wambui de Kenia; Dutee Chand de India; Annet Negesa de Uganda y Cece Telfer, una mujer trans de Estados Unidos, a quien se le notificó recientemente que no era “elegible” en su mejor prueba, los 400 metros con vallas.

Para estos JJOO de Tokio 2020, la regla de WA ha sido aplicada mayormente contra atletas africanas, a quienes se les estableció que para competir deberían someterse a tratamiento médico —como uso de anticonceptivos hormonales— que ayude a reducir su testosterona a un nivel permitido por ese órgano deportivo. 

En 2016 Madeleine Pape, ex atleta olímpica y socióloga enfocada al deporte y el género, explicó que World Athletics considera que las mujeres son una “categoría protegida en el deporte” y que la regulación implica en la práctica, “la protección frente a dos grupos de mujeres: las percibidas como masculinas y las que han pasado por una transición de género”.

Mboma credito Agencia de Prensa Polaca PAP

“Es una forma de control social que estigmatiza a las atletas cuya biología refleja la variación natural entre las mujeres y arroja sospechas sobre las atletas exitosas que se apartan del ideal occidental de feminidad heteronormativa”.

Esta prohibición deja entrever que se excluye de manera sistemática a las atletas de alto rendimiento de África y el sur global. Una vez que demuestran su poderío físico y competitivo son sometidas a escrutinio, pruebas que violan sus derechos humanos y finalmente, a la reglamentación que impide su pleno desarrollo deportivo.

Regla racista, sexista y violatoria de derechos humanos

La exclusión de Mboma y Maslinigi provocó indignación en les ciudadanes de Namibia y el presidente del Comité Olímpico Nacional de Namibia (NNOC), Abner Xoagub, quién comentó que después de Tokio buscarán aliarse con otras naciones africanas para impugnar la prohibición que ha excluido a las velocistas y a otras atletas del continente.

La ONU ha calificado estos mecanismos de exlcusión como “innecesarios, humillantes y dañinos” y reconoce explícitamente que hay una forma particular de discriminación en el deporte hacia las mujeres negras y niñas atletas del sur global.

Human Rights Watch (HRW) también ha condenado estas prácticas pues implica daños físicos, psicológicos y dificultades económicas para las atletas, pues muchas veces el éxito en el atletismo significa mejorar sus condiciones de vida y en ocasiones una salida de los entornos de pobreza donde crecieron ellas y sus familias. 

Además, HRW señala que “identificar a las atletas mediante la observación y la sospecha es una forma de controlar los cuerpos de las mujeres en función de definiciones arbitrarias de la feminidad y los estereotipos raciales”.

Foto: AP

Para Ruby Hamad, periodista siria y candidata a doctorado en medios y estudios poscoloniales, esta percepción de los cuerpos de las atletas negras, y de otras mujeres de color, ha sido impulsado por el racismo científico del siglo XIX que determinaba que “ser una mujer ‘real’ significaba ser blanca europea o de origen europeo. Al colocar los cuerpos de las mujeres de color fuera de la construcción de la feminidad, la sociedad occidental justificó su colonización y maltrato”. 

Y agrega, “el hecho de que la aplicación del sexo binario se esté utilizando ahora no solo para excluir a las mujeres trans de la condición de mujer, sino para justificar la exclusión de las atletas cisgénero de alto rendimiento ya tiene implicaciones en atletas negras que se consideran ‘demasiado masculinas’ para competir con ellas, corredoras más ‘femeninas’ (léase: blancas)”.

De acuerdo al informe de HRW los órganos rectores del deporte no han reconocido, ni incorporado protecciones de los derechos humanos en sus procesos de definición y aplicación de políticas. Lo que da como resultado una “protección fragmentada e inadecuada para las mujeres atletas”. 

Sobre esto, la misma World Athletics se ha deslindado de una responsabilidad frente a la protección de derechos humanos, pues sostienen que al ser un organismo privado no está sujeto a instrumentos de derechos humanos.

Para WA la reglamentación que permite la exclusión de las atletas que no quepan en sus estándares de lo que es “ser mujer”, “son legales y un medio necesario, razonable y proporcionado” para lograr su objetivo: “una competencia justa y significativa en el atletismo femenino”.

Doce años luchando por su derecho a correr

El origen de esta normativa se remonta doce años atrás cuando con 18 años, Caster Semenya, ganó el Campeonato Mundial de Atletismo 2009. Entonces, la vigilancia de su cuerpo se debió, no solo a sus marcas mejoradas —25 segundos menos en 1500 metros y 8 segundos en 800 metros— sino a que WA tenía la “sospecha” de una “rara condición médica” que podría garantizar una “ventaja injusta”. A partir de entonces, su identidad de género, su cuerpo y su rendimiento deportivo ha estado sometido a escrutinio público, mediático y científico.

Foto: AP

Además, fue obligada a revisiones médicas de parte de especialistas en endocrinología, ginecología, genética y psicología. Tras esas pruebas WA y el Comité Olímpico Internacional (COI) determinaron que Semenya es hiperandrogénica, es decir, que su cuerpo expresa naturalmente niveles elevados de testosterona. 

Desde entonces Semenya ha luchado para que los cuerpos de las mujeres con físicos poderosos, con apariencia y expresión de género masculina o no apegada a los estándares occidentales de feminidad, dejen de ser vigiladas, perseguidas y sometidas a pruebas de género invasivas —violatorias de derechos humanos— y obligadas a medicarse para reducir su testosterona natural.  

Masilingi cuenta que en un futuro se sumará a la lucha —junto a Semenya— por su derecho a correr. “La medicación arruinaría la forma en que se desarrolla mi cuerpo y cómo funciona. Esta es la forma en que mi cuerpo funciona de manera normal”. 

Los argumentos biologicistas que han sostenido la diferencia de géneros en las pruebas científicas olímpicas tienen que revisarse, ya que se han construido a partir de ideas binarias y eurocéntricas sobre los cuerpos y su desempeño. Las experiencias de Mboma, Maslinigi y Semenya dan cuenta de que el sesgo que caracteriza a estas pruebas son reduccionistas, perpetúan la exclusión y se convierten, contrario al espíritu olímpico de celebrar la diversidad mundial, en un obstáculo que impide la participación de atletas talentosas fuera de la norma.

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