Las personas refugiadas, por el derecho olímpico a competir

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Verano de 2015, la crisis de personas refugiadas estalla. La guerra en Siria lleva 4 años y se ha recrudecido. El mar Mediterráneo es la ruta más transitada y la más peligrosa del mundo, y más del 75% de quienes llegan a Europa han huído por la persecución y conflictos en países de Medio Próximo, África y Asia. La cobertura mediática se vuelca sobre las personas sirias que buscan refugio y huyen de su país. Dos de ellas son Sarah y Yusra Mardini, nadadoras de élite.

Yusra Mardini- Foto: Refugee Olympic Team Twitter

La casa de la familia Mardini fue destruída y tienen que huir a un lugar seguro. Sarah y Yusra, se embarcan en un viaje que nadie planeó, dejan todo por la vida y de pronto se encuentran en la costa de Turquía con otras 18 personas en una barca inflable con capacidad para ocho. 

Poco después de zarpar el motor dejó de funcionar, la barca quedó a la deriva y comenzó a hundirse. Sarah y Yusra saltaron al agua del Mar Egeo y con ayuda de otras dos personas empujaron el bote durante tres horas y media. Finalmente, con toda la tripulación a salvo llegaron hasta la isla de Lesbos (Grecia). 

“Ninguno de nosotros podría haberse preparado para ese viaje. Las oraciones desesperadas en el mar, la larga caminata, la humillación en el alambre de púas. Pero por difícil que fuera, sabíamos que no había vuelta atrás. Ya lo habíamos perdido todo, no quedaba más remedio que seguir corriendo, en busca de refugio, por la paz”, escribió Yusra Mardini en 2017.

Después de 25 días a pie, en autobuses y con apoyo de contrabandistas llegaron a Berlín (Alemania) donde Yusra comenzó a entrenar y en menos de un año garantizó su lugar en natación en los JJOO de Río 2016 como parte del primer equipo de atletas unidos y unidas, no por una nación, sino por ser refugiadas.

¿Quiénes son las personas refugiadas?

Las personas refugiadas son como tú, como yo. Antes de tener que desplazarse llevaban una vida como cualquier otra, estudiaban, ejercían sus oficios y profesiones, pero a causa de un conflicto, persecusión o violación a sus derechos humanos se vieron obligadas a huir de su país, cruzar la frontera y refugiarse en otra nación. 

Actualmente, la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) da cuenta que millones de personas de decenas de países en todo el mundo tienen hoy el estatus de refugiado y todas ellas comparten solo dos cosas: “un fundado temor por su vida y el hecho de que ninguno eligió ser refugiado”.

Personas refugiadas en costas de Grecia 2014- Foto: A.McConnell – UNHCR

Las personas refugiadas no solo son sirias. Las costas del Mediterráneo, del Golfo de Adén, del Canal de Colón y del sudeste asiático; son testigas de cómo las personas llegan desesperadas desde Siria, Iraq, Afganistán, Sudán del Sur, Yemen, Venezuela, Myanmar y otros territorios en conflicto para convertirse en refugiadas en países vecinos o lejanos que les abren sus puertas.

Atletas que nunca se rindieron

En 2015 la crisis de personas desplazadas, en situación de asilo y refugio a nivel mundial se traducía a que diariamente 42 mil 500 personas huían de sus países de origen. Esta situación llevó a que en octubre de ese año el Comité Olímpico Nacional anunciara la creación del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados con el objetivo de enviar un mensaje de esperanza, inclusión y conciencia sobre la magnitud y las crisis que lleva a millones de personas a dejar su lugar de origen para salvar su vida.

Para Thomas Bach, presidente del COI, la existencia de este equipo manda “un mensaje de que las personas desplazadas por la fuerza son un enriquecimiento para todas nuestras sociedades y debemos abrazarlas como lo hacemos en los Juegos Olímpicos, para mostrar toda nuestra unidad en toda nuestra diversidad”.

Refugiadas sirias de 15 años practican en un campo de refugiados en Jordania – Foto: Esna Ong de UNHCRng

Un actor clave en todo este proceso es ACNUR, organismo que desde 1994 ha trabajado con el COI para que las juventudes refugiadas y desplazadas tengan acceso a los deportes. Previo a Tokio impulsaron la Beca para Atletas Refugiados, un programa que apoyó a 56 atletas para fortalecer su camino deportivo de clasificación y junto a la comisión de Solidaridad Olímpica, se encargan de proveer equipo, instalaciones y cubrir gastos deportivos de las y los atletas antes y después de competir en Juegos Olímpicos. 

 En Río 2016 el equipo fue integrado por diez atletas: dos nadadores, dos judocas, un maratonista y cinco corredores de media distancia procedentes de Etiopía; República Democrática del Congo; Siria y Sudán del Sur. En Tokio 2020 esa cifra casi se triplicó, pues clasificaron 29 atletas procedentes de Afganistán; Camerún; Eritrea; Irán; República Democrática del Congo; Siria; Sudán del Sur y Venezuela y participaron en una docena de disciplinas: atletismo, bádminton, boxeo, canotaje, ciclismo, judo, karate, taekwondo, tiro, natación, levantamiento de pesas y lucha grecorromana.

Representación en Paralímpicos

A diferencia de los JJOO convencionales de Río 2016, les atletas paralímpicos no tuvieron una delegación como tal. En contraste se creó el “primer equipo paralímpico independiente”, y fue gracias a la insistencia del lanzador de disco iraní Shahrad Nasajpour, refugiado en Estados Unidos. A ese equipo se le sumó el nadador sirio Ibrahim Al Hussein, refugiado en Grecia. 

Cinco años después ambos atletas repartirán el sueño paralímpico en Tokyo, esta vez como parte —ahora sí— del primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en Paralímpicos. A ellos se le suman cuatro atletas más: la siria Alia Issa, lanzadora de club (una de las cuatro categorías de lanzamiento paralímpicos) refugiada en Grecia, quien es histórica al ser la primera mujer del equipo de refugiados en los Juegos Paralímpicos. Además, el afgano Abbas Karimi refugiado en Turquía; el canoista sirio Anas Al Khalifa refugiado en Alemania; el taekwondin burundés Parfait Hakizimana refugiado en Ruanda.

Alia Issa- Foto: Milos Bicanski -Getty Images

Los sueños y la representación continúan. Este 24 de agosto el equipo Olímpico de Atletas Refugiados será la primera delegación deportiva en entrar al Estadio Nacional durante la inauguración de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020.

La hazaña de Río a Tokio

Angelina Nadai Lohalith, James Nyak Chiengjiek, Paulo Amotun Lokoro, atletas sudaneses refugiados en Kenia; el judoca congolés Popole Misenga refugiado en Brasil y la nadadora siria Yusra Mardini, refugiada en Alemania, son las y los atletas que repitieron la hazaña olímpica en Río 2016 y Tokio 2020 representando al Equipo Olímpico de Refugiados.

En Río 2016, Kimia Alizadeh ganó el bronce en taekwondo y se volvió histórica al ser la primera mujer iraní en ganar una medalla olímpica. Su país la celebró, estuvo en portadas de periódico y la nombró ‘tsunami’. Pero tras denunciar la opresión que viven las mujeres en su país, y el sexismo y la corrupción de parte de las autoridades deportivas, fue amenazada y en 2020 se vio obligada a buscar refugio. Kimia sigue siendo un tsunami, en Tokio rozó el bronce en la categoría -57kg y fue la única integrante del Equipo de Refugiados en estar cerca del podium. 

 

Kimia Alizadeh- Foto: Mike Egerton

Sin embargo, el éxito del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados no puede medirse en un medallero. Su participación representa las esperanzas de las más de 82 millones 400 mil personas que se han visto obligadas a abandonar su país de origen como resultado de los conflictos, la discriminación y la persecusión. 

La participación de 35 atletas que también comparten el estatus de refugiado con más de 26 millones de personas en el mundo impacta porque desafiaron adversidades inimaginables y porque demuestran que el deporte es una herramienta que también permite sanar, crecer, desarrollar habilidades, inspirar, desafiar fronteras y contribuir en la construcción de sociedades más justas y equitativas.

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