“Las personas discapacitadas son sexys. Los dispositivos de ayuda para la movilidad no son un signo de tragedia, son una fuente de libertad y ¡eso es totalmente sexy!”.
Foto de Instagram personal
Este es un mensaje que Robyn Lambird escribe de manera recurrente en sus redes sociales. En Tokio 2020, Robyn ganó bronce en los 100 metros T34 en la categoría femenil, se reivindica como “persona discapacitada” y es una persona no binaria.
Robyn y al menos 31 atletas más que viven con alguna discapacidad son abiertamente LGBT+ y participan en Tokio 2020. Esta cifra, elaborada por el medio Outsports, está en constante construcción pero al menos se sabe que en estos JJOO se duplicó la representación de las disidencias sexuales en comparación con los Juegos Paralímpicos de Río 2016.
A Robyn le diagnosticaron parálisis cerebral a sus nueve años, ahora tiene 24 y en Tokio —sus primeros JJOO— busca dejar huella en la pista, reivindicar su identidad y hacer visible que vivir con alguna discapacidad “no tiene porqué ser trágico y deprimente, especialmente cuando se trata de sentirse empoderades y cómodes en nuestra propia piel”, dijo recientemente en una entrevista.
Y es que hablar de la sexualidad, como una dimensión que abarca el erotismo, las prácticas sexuales, las decisiones (no) reproductivas, el género y los vínculos afectivos de personas que viven alguna discapacidad suele ser todavía un tema con muchos silencios y falsos mitos por la infantilización, sobreprotección y adultocentrismo que se ejerce contra elles.
Sobre esto Guz Guevara, activista por los derechos de las personas que viven con discapacidad y de las poblaciones LGBT+, me comentó, “las personas con alguna discapacidad tenemos deseos y formas de vivir nuestra sexualidad. Y ojo, no somos seres asexuados sino que la sexualidad se nos ha negado, desde el goce, el deseo y nuestros derechos sexuales, sobre todo a las mujeres y en específico a quienes viven con discapacidad intelectual o psicosocial. Y para las personas LGBTI esta realidad es mucho más compleja y está mucho más obstaculizada por el entorno”.
Foto: Proyecto moda y activismo de Ana Grecia
Y agrega, “como marica con discapacidad revindico eso viviéndome, expresándome, poniendo mi cuerpo disidente al frente porque además siempre nos han intentado mantener escondidos, ocultos, ajenos y mostrarlo es bien necesario. A nivel personal lo vivo sin ninguna restricción y ningún tipo de prejuicio sobre mí mismo porque mi cuerpo no es normativo y a mí me gusta mi cuerpo”
“Romper el capacitismo desde el goce de mi cuerpo”
En el mundo una de cada ocho personas adultas vive con una discapacidad. En América Latina el 13% de la población total de la región, es decir, más de 86 millones de personas vive con alguna discapacidad, de acuerdo al informe Somos Todos: inclusión de las personas con discapacidad en América Latina, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
De acuerdo al documento del BID la mayoría de quienes viven con alguna discapacidad en la región son mujeres, la mayoría de ellas adultas mayores. A su vez las personas indígenas y aquellas en situación de pobreza son quienes tienen “mayor riesgo de prevalencia de discapacidad, donde la infraestructura y servicios tienen menos posibilidades de ser accesibles y con menores probabilidades de poder costear equipo, tecnología y asistentes para reducir las brechas”.
A su vez el reporte indica que las personas con discapacidad son quienes más buscan servicios de salud, pero son quienes menos acceso tienen a éstos. Esto es problemático porque son las personas que viven con alguna discapacidad quienes por esa razón tienden a hacerse menos exámenes médicos que la población general. De acuerdo al documento, la salud sexual y reproductiva, incluidas las necesidades anticonceptivas y la prevención y tratamiento de VIH de las personas que viven con una discapacidad es “ignorada bajo el supuesto ampliamente compartido y erróneo de que las personas con discapacidad no tienen una vida sexual”.
Para la nadadora brasileña que compite en Tokio 2020 y que es cinco veces campeona mundial, Edenia García, ser lesbiana y persona con discapacidad representa “un doble desafío” porque dice “lleva el estigma de ser invisible”. Y agrega, “mucha gente piensa que una mujer con discapacidad no tiene una vida sexual activa, y mucho menos que esta mujer puede tener muchas orientaciones sexuales. Por lo tanto, solo se la ve como un cuerpo limitado y ¡es un error creerlo! y mi forma de combatir esa ignorancia fue saliendo del clóset, hablar sobre eso con información”.
Foto de Instagram personal
Para Guz la falta de información sobre derechos sexuales y (no) reproductivos y de derechos de las poblaciones LGBT sigue siendo una deuda y por esa razón propone que más allá del mundo institucional, sea desde dentro de los colectivos de personas con discapacidad y de personas LGBT que se comience a romper el capacitismo y se visibilice cada vez más de diversidad sexual y funcional en cada una de las comunidades.
El capacitismo es una discriminación sistemática pensada solo para las maneras de funcionar que son afines a la idea de productividad para el sistema capitalista, en donde si eres un cuerpo productivo para éste eres valiose, si no, no.
Sobre ello Guz reafirma: “vivir de manera libre nuestra sexualidad no cis-hetero (cisgénero y heterosexual) siendo personas con discapacidad, desde el goce de mi propio cuerpo también es una forma de romper con ese capacitismo porque desde esa libertad revindicamos nuestros cuerpos, nuestras identidades y funcionalidades que no se ajustan a la norma. Y sí, se habla mucho de la independencia y autonomía de las personas con discapacidad y hay personas que siempre van a necesitar asistencia y eso no tiene nada de malo tampoco debería de ser motivo para negarles su derecho a vivir su sexualidad y son de hecho a quienes más se les niega. Pero son justo todas a estas concepciones capacitistas, adultocentristas, con visiones sobre nosotres como eternos infantes —así una persona tenga 50 años— que se nos niega la existencia y nuestra propia identidad sexual y eso lastima y es violento; y esa negación y ocultamiento está presente en la familia, en las instituciones y a veces también se replica en entornos de personas con discapacidad y personas LGBT”.
El informe del BID rescata que las discapacidades no son una rareza, “son un color básico en la paleta de la diversidad humana”.
La importancia de crecer viendo a atletas con discapacidad y LGBT
De las 32 atletas LGBT+ que viven con alguna discapacidad y que participan en Tokio 2020, 28 son mujeres lesbianas, 3 son personas no binarias y hay un hombre gay en la contienda. Y aunque son pocas, sí hay representación latinoamericanas con las brasileñas Mariana Gesteira (nadadora); Josiane Lima (remadora), Edenia Garcia (nadadora), y la triatleta mexicana Brenda Osnaya.
Foto de Instagram personal
Para Guz el hecho de que solo sean cuatro atletas latinoamericanas participando en estos JJOO, es “un reflejo de las opresión colonial y patriarcal que atraviesa a la región”.
“Siento feo que sean tan pocas y muestra una radiografía de nuestras idiosincrasias y vivencias latinoamericanas y qué fuerte que una cuestión geográfica, sociopolítica y sociocultural determine nuestras identidades y nuestra capacidad de vivirnos en libertad. Creo que habla de cómo existimos países donde la libertad es cuestionable en todos los sentidos y evidentemente para la disidencias sexuales y las discapacidades sigue siendo muy duro vivir en libertad”.
Sobre cómo la visibilidad impacta le atleta Robyn Lambird dijo en marzo pasado: “les niñes no pueden ser lo que no pueden ver y eso puede ser realmente aterrador. Si no tienes a nadie más a quien admirar puedes sentirte solo, por eso creo que es realmente importante para aquellas personas que dicen ser diversas, que incluyan la discapacidad, que incluyan a personas con diversidad de género, porque nuestra sociedad es muy rica y diversa”.
Robyn comenta que actualmente su visibilidad como atleta con discapacidad sí tiene un impacto en las infancias de su país, Australia, y en una entrevista dijo “niñes con discapacidad me dicen que se sienten reflejades y los padres ahora tienen una perspectiva más alentadora y brillante para sus hijes con discapacidad porque han visto lo que estoy haciendo y ya no pondrán más limitaciones a sus hijes. El deporte tiene este maravilloso poder, el de unir a la gente a nivel comunitario y es una gran oportunidad para aprender de diferentes personas”.
En México, Guz recuerda una experiencia opuesta. De niño nunca pudo sentirse representado cuando se anunciaban los llamados Juegos Paralímpicos, “nunca vi en la televisión abierta a un atleta con alguna discapacidad en las olimpiadas, pero sí a atletas sin discapacidad y es una pena porque México es potencia en estos Juegos”. Y cuestiona, ¿dónde están esos y esas atletas? ¿por qué no se les ha reconocido como merecen? ¿se les ha ofrecido recursos para que desde su experiencia lideren programas de deporte para personas con discapacidad?