Siete años de futbol femenil en México. Una historia de pasión y resiliencia

Calentamiento

Hay muchos hubieras que rondan mi cabeza cuando pienso en la historia de las mujeres en el futbol, pero uno en específico que siempre ha causado especial incógnita en mí es ¿Qué hubiera pasado si después de la Primera Guerra Mundial, en lugar de que se hubieran vetado a las mujeres de la práctica del futbol, se les hubiera abierto la puerta para poder practicar este deporte? ¿Dónde estaría el futbol femenil en este momento si eso hubiera pasado? Siento nostalgia y duda cuando pienso en toda la gran historia y los enormes resultados que hoy en día tendríamos, sin embargo, todo eso también es un hubiera.

La evolución de las mujeres en diferentes esferas de la sociedad, no solo en el futbol, se ha visto tergiversada, manchada, limitada o prohibida, y cuando volteo hacia atrás y veo el gran esfuerzo que muchas mujeres han hecho para abrir camino, no puedo pensar en otra cosa más que en la gran responsabilidad que tenemos ahora para seguir pavimentando ese camino que empezó siendo simple tierra.

Recuerdo que cuando era pequeña y tuve mi primer acercamiento al futbol, para mí todo fue magnífico: un deporte que se volvió mi actividad favorita del día, unas compañeras que se volvieron mis hermanas y unos papás que se pusieron la camiseta para ser mis aficionados número uno partido a partido. Para mí la cancha era mi casa y nunca tuve ninguna limitante para poder disfrutar de este deporte. Sin embargo, conforme fui creciendo y entendiendo de contextos y distintos panoramas, las desigualdades comenzaron a tocar la puerta de mi actividad preferida: los uniformes en tallas de “niño”, los pocos recursos para viajes y los cero insumos en cuestión de hidratación o alimentación, fueron abriendo cada vez más mi mente con distintos cuestionamientos del porqué había estas marcadas diferencias si al final del día, lo único que todos los equipos queríamos, sin importar el género, era competir y ganar.

El tiempo siguió su curso y yo seguí explorando el mundo del futbol sin expectativa alguna, pues parecía una industria en la cual la presencia de las mujeres no figuraba. De pronto y sin esperarlo, un 5 de Diciembre del 2016 prendí la radio de mi coche para ir rumbo a la Universidad, nivelé el volumen y escuché un anuncio que cambiaría mi vida y el de muchas mujeres más: se iba a lanzar una liga profesional de futbol femenil en México, misma que estaba destinada a derribar una gran cantidad de barreras y estereotipos de género. En ese momento, me pregunté tantas cosas, ¿Cómo iba a recibir un país con vastos tintes machistas, esta liga que era un cúmulo de luchas y sueños solidificados de muchas mujeres? ¿Qué condiciones iban a otorgar los clubes a las jugadoras que iban a hacer del futbol su profesión? ¿Existiría un lugar para mí?

Con paso firme, decidí que no podía quedarme fuera. Este nuevo torneo iba a necesitar muchas manos que ayudaran a cerrar la brecha de una industria que en México no había tenido presencia femenina a nivel profesional en 74 años, pues el futbol varonil a nivel profesional comenzó en 1943, mientras que el femenil en el reciente 2017. La brecha histórica es tan grande que pasaron generaciones y generaciones de mujeres que veían en el balón una oportunidad que tal vez nunca llegó. Sin embargo, me da tranquilidad pensar que muchas de ellas no se rindieron. Algunas llenaron el Estadio Azteca en un mundial no oficial en 1971, otras encontraron puertas abiertas en equipos varoniles y algunas otras ganaron becas universitarias en otros países que les permitieron combinar la educación con el deporte. Todas ellas en su momento, fueron artífices de un cambio que tal vez no iban a poder disfrutar en carne propia, pero que sin duda iba a permitir que las generaciones futuras pudieran definirse a sí mismas como futbolistas profesionales.

Cuando el momento llegó, tuve la fortuna de acompañar a grandes mujeres haciendo historia en los primeros partidos de la Liga MX Femenil. Realmente me eriza la piel recordar esos momentos: 22 jugadoras a punto de escuchar el silbatazo inicial en un estadio de Primera División. Lo más poderoso a mi parecer, era que cada una de ellas tenía una historia distinta de cómo el futbol había cambiado su vida, un contexto diferente de cómo habían superado obstáculos relacionados al género para poder ser parte de un equipo profesional. Estaban las que habían aprendido jugando con niños, las que tuvieron que desafiar a su familia para poder jugar, las que habían dejado todo por cumplir el sueño de ser futbolistas profesionales; también mamás que lo llevaban a sus bebés a los entrenamientos, jugadoras que habían dejado la escuela para tener el tiempo de entrenar, hijas que buscaban sostener a sus padres y rebeldes que habían decidido salir de sus casas porque ahí no aceptaban que una mujer podía jugar futbol. Hoy en día, creo que todas esas historias son, en gran parte, el ADN de la Liga MX Femenil.

Club León Femenil en 2020, foto tomada por Sebastian Laureano.

Después de casi siete años de que el futbol femenil es una realidad en nuestro país, me parece que el balance es positivo a pesar de que hay equipos que están lejos de brindarle las herramientas correctas a las jugadoras para desempeñar su profesión, hecho que solo puede lograrse con inversión inicial, como en cualquier empresa cuando va a arrancar, pero sobre todo, con estrategia, interés y especialización por el proyecto, pues el dinero no lo es todo, se necesita personal apasionado y convencido de que este es un proyecto con potencial, audiencia y con la capacidad de volverse auto sustentable. La Liga MX Femenil ha roto récords, y figurado en planos internacionales en muy poco tiempo, cuenta ya con una categoría de fuerzas básicas que permite a las niñas tener oportunidades reales de crecimiento en el futbol, además de ser el semillero más importante para los clubes. Sin embargo, el camino aún es largo por recorrer, pues la brecha salarial es enorme y se necesitan crear estrategias para que esto pueda ir mejorando cada vez más, una tarea comunitaria que sin duda puede irse cumpliendo. Si te preguntas ¿Cómo puedo ayudar a que el futbol femenil crezca?, la respuesta es sencilla: compra un boleto para ir a ver un partido de futbol femenil, invita a quien quieras, sigue a los equipos y a las jugadoras en redes sociales, visibiliza el tema en conversaciones, sé parte de la audiencia televisiva. Las mujeres estuvieron rezagadas por tanto tiempo del futbol que cerrar la brecha sin duda requiere de trabajo en equipo.

En el marco de un año muy especial para el futbol femenil en el que Nueva Zelanda y Australia serán sede de la Copa Mundial Femenina de la FIFA, me siento realmente afortunada de estar viviendo este momento de la historia en el que las mujeres ya son una realidad dentro de la industria futbolística. Jugadoras, entrenadoras, árbitras, doctoras, nutriólogas, preparadoras físicas, fisioterapeutas, directoras deportivas, entre otras profesionales, trabajan día con día en un entorno que apenas hace 20 años parecía una utopía, sin embargo, como diría Eduardo Galeano “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

Lienzo desplegado en el partido entre las Selecciones Femeninas de Chile y Colombia en el Estadio Nacional de Chile en 2019

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