Si el mundo del deporte ha puesto obstáculos para la participación de las mujeres, los deportes de contacto han sido especialmente restringidos para ellas, pues desafían el estricto precepto de la feminidad gracias a la exigencia de fuerza y destreza en la lona. La participación en los Juegos Olímpicos de Esmeralda Falcón, Tamara Cruz y Jane Valencia significa para México algo más que tres plazas: es una posibilidad insuperable de reivindicar el papel de las mujeres en una sociedad que tiene un considerable aprecio por los deportes de contacto y que ha destacado en ellos. Esta justa olímpica marcó el inicio de la representación femenina en el boxeo y la lucha olímpica, dos disciplinas que incluso han estado prohibidas para las mujeres durante décadas en el país. Este repaso por la historia de estos deportes tiene el propósito de valorar lo conseguido en Tokio 2020, más allá de cualquier medalla.
La segunda disciplina que más alegrías le ha dado a México es el boxeo, con trece medallas: dos de oro, tres de plata y ocho de bronce (todas ellas ganadas por varones). A pesar de la gran tradición boxística en el país, en Tokio 2020 las mujeres participan por primera vez en la delegación mexicana para este deporte. Pareciera que sólo el país ha sido injusto con el boxeo femenil, pero la historia indica que el olimpismo en general ha desdeñado la participación de las mujeres en este deporte. No fue sino hasta Londres 2012 que el boxeo femenil se presentó por primera vez en unos Juegos Olímpicos, lo que hace que México tenga dos justas olímpicas de atraso. La delegación mexicana contó entre sus filas para Tokio 2020 con Esmeralda “Pantera” Falcón y Brianda Tamara Cruz (en las categorías de 60 y 69 kg., respectivamente), quienes pasaron a la historia como las primeras boxeadoras nacionales en unos Juegos Olímpicos.
Por otro lado, la lucha olímpica ha tenido un desarrollo similar, pues su rama femenil apareció por primera vez en los Juegos Olímpicos hasta Atenas 2004. Así que México, que presenta en Tokio 2020 a su primera representante, se ha perdido cuatro ediciones de esta competencia. La disciplina de la lucha, en Tokio 2020, tiene dos variantes para su rama varonil, estilo libre y grecorromana, mientras que únicamente estilo libre está abierta para las mujeres. Jane Valencia se ha convertido en la primera luchadora mexicana en acudir a unos Juegos Olímpicos y está presente en la categoría de los 57 kg.
Un desafío a los roles de género
La práctica deportiva, en los términos más generales, ha sido un componente esencial de la sociedad durante siglos. Los deportes conforman una de las esferas más importantes de la vida pública y, antes de que se convirtieran en actividades profesionales y lucrativas, la participación de mujeres en cada uno de ellos resultaba habitual, sobre todo entre las clases obreras, pues su labor diaria exigía el desarrollo de fuerza y habilidad física.
Teresa Osorio menciona en El boxeo femenil profesional en México que la deportivización (es decir, el proceso de institucionalización y reglamentación a la que se somete una práctica física) de los pasatiempos tradicionales, como los combates de boxeo, sería lo que daría pie a la exclusión de las mujeres, ya que los deportes comenzarían a medirse según las cualidades de un “hombre verdadero”. Pese a su frecuente participación en peleas, la erradicación de las mujeres del boxeo se concretó a finales del siglo XVIII y su resurgimiento estaría cimentado en la continuación de su práctica en la clandestinidad.
La violencia inherente de la actividad boxística y de la lucha olímpica está en conflicto social con la pasividad que le asignan a las mujeres las ideas tradicionales de la feminidad. Osorio retoma las palabras de Joyce Carol Oates en su libro Del boxeo para recordar que las mujeres participantes en esta disciplina quebrantan la versión estereotipada de un boxeador y se convierten en “impostoras”. Esta trasgresión de los roles de género por medio de una exaltación de la fuerza y la agresividad que promueven el boxeo y la lucha olímpica cuestiona el lugar que las mujeres estaban destinadas a ocupar en el mundo y las sitúa como dueñas de sus propios cuerpos.
Elizabeth Wilkinson, la primera campeona de boxeo de la que se tenga registro, doblega a su rival en un grabado del siglo XVIII (Foto: Twitter @JemDuducu)
El desarrollo del deporte en la clandestinidad
Los deportes de contacto en su rama femenil, tanto amateurs como profesionales, han atravesado una historia llena de prohibiciones motivadas por prejuicios y estereotipos de género a nivel nacional e internacional. Esto ha dificultado que al día de hoy México cuente con una tradición tan arraigada en estos deportes como la posee en sus ramas varoniles, en las que decenas de atletas han destacado internacionalmente. Su práctica por parte de las mujeres ha estado condicionada por la clandestinidad que implica dedicarse a una actividad prohibida. Durante décadas, la profesionalización de los deportes de contacto femeniles no sólo era impensable, sino que además estaba penalizada.
Según señala Teresa Osorio, el boxeo fue introducido en México desde 1869 por el militar estadounidense Thomas Hoyer Monstery, pero la ausencia de información no permite definir el momento en el que comenzó a existir una rama femenil en el país. Sin embargo, el boxeo femenil fue prohibido en México por decreto presidencial en 1946, durante la gestión de Manuel Ávila Camacho. La publicación del Reglamento de box del Distrito Federal, avalado por el entonces presidente, establecía que bajo ninguna circunstancia podrían celebrarse combates entre mujeres en la capital del país. Si bien este documento era aplicable dentro de los márgenes de la Ciudad de México, su influencia se extendió por toda la República. Esto representó un retroceso en la participación de las mujeres en este deporte si se tiene en cuenta que los combates en los que ellas participaban eran frecuentes en todo el mundo incluso antes de la profesionalización deportiva del boxeo. La legalidad llegó para el boxeo femenil mexicano hasta 1999 y, como podría esperarse, el nivel técnico de las peleadoras tuvo que experimentar avances acelerados para compensar todos esos años en los que la clandestinidad era la única opción para practicar la disciplina.
La lucha femenil ha experimentado situaciones similares, aunque la prohibición de ésta se dio durante un periodo ligeramente más breve. La lucha libre mexicana, aquella que en el imaginario colectivo destaca por las máscaras de rudos y técnicos, tuvo su origen en la lucha olímpica y grecorromana, y así fue introducida en el país en 1933. Apenas dos años después, en 1935, se presentó la primera exhibición de lucha libre femenil en México. Este combate contaría únicamente con atletas estadounidenses, pero la lesión de una de ellas permitió que en su lugar entrara Natalia Vázquez, convirtiéndose así en la primera luchadora mexicana de la historia. El mundo de la lucha libre parecía ir de maravilla en lo que respecta a la equidad de género, pero la llegada de Ernesto P. Uruchurtu a la regencia del Distrito Federal en 1952 se encargaría de derribar todo lo construido. Uruchurtu prohibió la práctica de la lucha libre femenil en 1954, pues consideraba que atentaba contra la moral y las buenas costumbres que deseaba promover durante su mandato en la capital. Este veto no impidió que la lucha libre femenil continuara practicándose, sino que únicamente la desplazó hacia la periferia de la ciudad, siempre con un aire de clandestinidad y la sensación de que su existencia significaba un desafío a la armonía social. Los combates de lucha libre femenil resurgieron poco a poco a partir de la década de los ochenta y tardaron algunos años en ganar regularidad.
Natalia Vázquez, la primera luchadora mexicana de la historia (Foto: Más lucha)
Campeonas mexicanas en Tokio 2020
El boxeo mexicano femenil tuvo dos representantes en Tokio 2020: Esmeralda Falcón y Brianda Tamara Cruz. Las primeras pruebas que tuvieron que superar no fueron arriba de un ring, sino frente a estereotipos y temores. Falcón comentó, en entrevista para Mediotiempo, que las mujeres de su familia tardaron en aceptar el amor que ella sentía por el boxeo, ya que el miedo de que fuera a sufrir alguna lesión grave estaba siempre presente en su madre y en su hermana. Por otro lado, Cruz agradece a su padre el amor que le inculcó por el boxeo, pues fue boxeador amateur y le enseñó a defenderse del bullying que sufrió en la infancia debido a su sobrepeso.
Esmeralda Falcón, originaria de Xochimilco, Ciudad de México, llegó a Tokio 2020 tras conquistar el oro en los Juegos Centroamericanos de Barranquilla 2018 y el bronce en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. La boxeadora de 26 años tiene un prometedor futuro a pesar de la derrota sufrida en el reñido combate que sostuvo contra la representante italiana Rebecca Nicoli que la dejó fuera de la justa olímpica. Por su parte, Brianda Tamara Cruz, originaria de Mazatlán, Sinaloa, se presentó en Tokio 2020 después de obtener el bronce en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. La pugilista de 23 años cayó frente a la estadounidense Oshae Jones, sin embargo, su juventud y valentía hacen de ella una atleta a seguir en futuras competencias.
La preparación de ambas boxeadoras se vio afectada por la pandemia de COVID-19 y por la falta de apoyo a su deporte, misma que han manifestado en numerosas ocasiones. El cierre de espacios para continuar con sus entrenamientos no fue lo único que las pugilistas mexicanas tuvieron que enfrentar, pues Esmeralda Falcón además tuvo que sobreponerse a la hospitalización por el contagio de la enfermedad, ya que padece asma. La clasificación de ambas a Tokio 2020 se dio tras la cancelación del preolímpico continental a causa de la pandemia, por lo que la Comisión de Trabajo del Boxeo y el Comité Olímpico Internacional decidieron otorgar las plazas según resultados anteriores y posiciones en el ranking mundial.
En la disciplina de lucha olímpica, Jane Valencia consiguió una ansiada plaza tras quince años de practicar su deporte. La también médica cirujana tiene entre sus logros la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos de Veracruz 2014 y la de plata en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015. A los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 llega con una preparación obstaculizada por la pandemia, en la que ha competido contra hombres con el fin de fortalecer su cuerpo para adaptarse a cualquier rival.
Jane Valencia celebra la ansiada clasificación a JJ.OO. (Foto: United World Wrestling)