Mexicanas más allá de las fronteras: la selección de softbol

Tiempo fuera

El 27 de julio, el equipo mexicano de softbol escribió un capítulo importante en la historia del deporte nacional al conquistar el cuarto lugar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. La selección de softbol fue el único conjunto latinoamericano en clasificar a Tokio 2020, lo que fue para México un suceso importante, ya que pocas veces existe representación mexicana en deportes de conjunto femeniles y éstos nunca han otorgado medallas. El equipo estuvo conformado por: Stefania Aradillas, Suzannah Brookshire, Britanny Cervantes, Dallas Escobedo, Tatyana Forbes, Chelsea González, Sierra Hyland, Taylor McQuillin, Danielle O’Toole, Sashel Palacios, Nicole Rangel, Sydney Romero, Amanda Sánchez, Anissa Urtez y Victoria Vidales. Esta digna participación para una disciplina que por primera vez contaba con representación mexicana se vio opacada por la polémica.

Las boxeadoras Brianda Tamara Cruz y Esmeralda Falcón compartieron a través de sus redes sociales imágenes con las que señalaron la falta de cuidado que algunas jugadoras del equipo habrían tenido con sus uniformes al, aparentemente, desecharlos en sus habitaciones de la villa olímpica. Las publicaciones se hicieron virales rápidamente y provocaron reacciones airadas por parte del público y del periodismo deportivo. La inmediatez de las redes sociales provocó que los juicios emitidos por famosos comentaristas deportivos no tomaran en consideración el derecho de réplica de las jugadoras que representaron al país en la justa olímpica.

La selección mexicana disputa un partido en Tokio 2020 (Foto: Jae C. Hong/AP)

El veterano periodista deportivo David Faitelson arremetió contra las jugadoras a través de sus redes, en las que puso bajo cuestionamiento su salud mental, tan sólo un par de días después de que Simone Biles pusiera en pausa su participación en Tokio 2020 por una situación de esta índole: “Yo, con mucho gusto, me ofrezco a comprar los uniformes de sóftbol que tiraron a la basura. Y que, con ese dinero, la Federación Mexicana de Sóftbol les pague un buen psicólogo a sus jugadoras…”. Por su parte, el periodista Lalo Varela acusó a las jugadoras de “tener basura en el cerebro y en el corazón”. Frases con este tipo de prejuicios en torno a la salud mental promovieron, al ser compartidas indiscriminadamente por figuras públicas, el acoso mediático hacia las atletas, quienes hasta ese momento no habían tenido oportunidad de manifestarse al respecto. Por otro lado, igual de apresuradas resultaron las impresiones que el secretario general del Comité Olímpico Mexicano, Mario García de la Torre, compartió en entrevista con ESPN tras ver las fotografías: “en esto no podemos pensar que no hubo dolo”. La responsabilidad de los periodistas y directivos de recopilar información, emitir una crítica respetuosa hacia las atletas y presentar sanciones proporcionales al hecho simplemente brilló por su ausencia.

A estos juicios se les sumaron señalamientos discriminatorios hacia la experiencia bicultural de las atletas, pues catorce de las quince softbolistas nacieron en los Estados Unidos. La gran mayoría de las jugadoras compartió un comunicado en el que ofreció disculpas por la situación y, adicionalmente, jugadoras como Suzannah Brookshire, Tatyana Forbes, Danielle O’Toole y Anissa Urtez publicaron mensajes más personales con respecto a esta polémica, pero también a su origen mexicano y sus sensaciones al representar al país. Varias de ellas manifestaron su deseo de renunciar a la selección mexicana debido a los constantes ataques que habían estado recibiendo en sus redes sociales.

El mundo globalizado, la crisis de refugiados más grande de las últimas décadas y la enorme cantidad de personas que migran anualmente en busca de mejores oportunidades de vida, han exigido que el Comité Olímpico Internacional actualice constantemente sus normas con respecto a atletas que posean más de una nacionalidad. Uno de los esfuerzos más destacables ha sido la creación del Equipo Olímpico de Refugiados, delegación que permite que atletas en esta condición participen sin representar a algún país en específico. Sin embargo, atletas con más de una nacionalidad y una residencia fija también se han tomado en cuenta en los reglamentos de competencia. La Carta Olímpica del COI (vigente desde el 17 de julio de 2020) establece en su Norma 41: “Un competidor que posea simultáneamente la nacionalidad de dos o más países puede representar a uno de ellos a su elección. […] Un competidor que haya representado a un país en los Juegos Olímpicos, en unos juegos continentales o regionales o en unos campeonatos del mundo o regionales reconocidos por la FI competente y que haya cambiado de nacionalidad o adquirido una nueva puede participar en los Juegos Olímpicos representando a su nuevo país, con la condición de que hayan transcurrido por lo menos tres años desde que el competidor representó por última vez al país anterior”. Las integrantes de la selección mexicana de softbol cumplen con estos requisitos, al ser descendientes de familias mexicanas que emigraron desde generaciones anteriores, lo que les permitió portar el uniforme del país. Uno de los puntos clave de este documento es que indica la voluntad individual que debe atravesar la elección del país a representar por cada atleta. Cabe destacar, entonces, que ninguna de las jugadoras que integraron al equipo de softbol están obligadas, por ninguna persona o institución, a justificar las razones por las que decidieron representar a México.

La selección de softbol posa con la bandera de México (Foto: Kazuhiro Fujihara/AFP)

La migración mexicana a los Estados Unidos ha generado un impacto considerable en el ámbito deportivo. La formación que Estados Unidos provee a sus atletas en universidades y centros deportivos ha resultado beneficiosa para el deporte mexicano, pues atletas con ambas nacionalidades han decidido representar a México mientras continúan preparándose en el extranjero. Los casos son ya incontables, pues únicamente en Tokio 2020, según información de ESPN, 21 miembros de la delegación mexicana nacieron en Estados Unidos, lo que convierte a este país en la segunda región que más atletas nacionales aportó, sólo por debajo de Jalisco. Es decir, en la delegación mexicana hay más atletas nacidos en los Estados Unidos que en las dos entidades más pobladas del país juntas, la Ciudad de México y el Estado de México. La autoidentificación con la nacionalidad mexicana ha sido una experiencia diferente para cada atleta, pues sus vínculos con el país pueden ser más o menos estrechos. Sin embargo, los múltiples ataques a causa de una supuesta “falta de identidad”, por parte de aficionados, directivos y compañeros, han sido un tema constante cada vez que participan en competencias internacionales. La discusión sobre si es beneficiosa o perjudicial la inclusión de atletas con doble nacionalidad en la delegación mexicana está lejos de terminar, pues depende de los criterios que se decidan utilizar. No obstante, sus logros deportivos y preparación para formar parte de la élite son aspectos imposibles de ignorar.

Tras la polémica que envolvió a la selección mexicana de softbol no sólo se hizo presente una diversidad de puntos de vista y críticas válidas hacia sus integrantes, sino que aparecieron términos despectivos y discriminatorios hacia su doble nacionalidad. Mediante palabras como “pochas” o “chicanas”, destacó una conversación en torno a su origen, más que a sus acciones. María del Rosario Narváez, en Autoidentificaciones étnicas de jóvenes de segunda generación de origen mexicano en California, habla del proceso de apropiación que las personas mexicoamericanas experimentan con estos términos, que con frecuencia se utilizan de manera peyorativa, pero que acaban por ser asimilados como parte de una búsqueda de identidad que se les ha negado históricamente. La participación de las softbolistas en selecciones estadounidenses en años anteriores hizo que se cuestionara el “verdadero sentimiento patriótico” que tenían, pues una parte de la afición consideró que su participación en el equipo mexicano se debía únicamente a que no habían sido convocadas para participar con el conjunto de los Estados Unidos. Esta acusación resulta llamativa, pues no existe una manera de medir el nivel de apego que una persona pueda sentir hacia una nación.

Stefania Aradillas, única jugadora del equipo nacida en México (Foto: Twitter @steffy.aradillas)

El ambiente de hostilidad que las políticas públicas estadounidenses han generado hacia la comunidad latina se ha visto complementado con los cuestionamientos por parte de la población mexicana sobre su identificación con la identidad nacional. Esto ha provocado que su experiencia vital se vea marginalizada y reducida a ser otredad: no son de aquí, pero tampoco son de allá. Esta segregación cultural ocurre en un contexto en el que las remesas han representado un ingreso al país de 23,618.33 millones de dólares en la primera mitad de 2021, lo que ha permitido aminorar el impacto de la crisis económica provocada por la pandemia.

El proceso de selección del equipo que representaría a México en la disciplina de softbol ha sido controversial, pues una buena parte de la afición considera que no es necesario recurrir a atletas nacidas en el extranjero para conformar una selección competitiva. Si bien es fundamental invertir mucho más en la formación de deportistas de alto nivel en México, recriminar a las softbolistas su decisión de formar parte del seleccionado nacional ha derivado en una división entre personas con una causa en común. La Federación Mexicana de Softbol está expuesta a las críticas por las decisiones que tome y es responsable de justificarlas, no obstante, los ataques xenofóbicos hacia sus atletas en medios de comunicación y redes sociales no deberían tener cabida bajo ninguna circunstancia. Es imposible desvincular los Juegos Olímpicos de un espíritu de nacionalismo, sin embargo, el concepto de nacionalismo se ha transformado en esta sociedad globalizada, en la que no se pueden ignorar los flujos migratorios ni la estrecha convivencia entre las naciones y sus habitantes.

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